Dicen que las generaciones venideras de jóvenes están consumidas por los nuevos avances tecnológicos, la televisión basura y el consumismo desmesurado aún en época de crisis. Sin embargo, los profesionales de la educación luchan contra viento y marea para desarrollar el intelecto, la creatividad y el interés de estos “jóvenes en vías de desarrollo”. Tras una visita a mi antiguo instituto y a mi antiguo colegio me he dado cuenta de que estos esfuerzos están realmente dando sus frutos.
Como todos los años desde 2010, mis vacaciones de Navidad comienzan dando unas charlas divulgativas a los alumnos de mi antiguo centro, el instituto público IES Miguel Hernández de Alicante. El propósito de estas charlas es, simple y llanamente, darles una visión práctica de lo que aprenden en clase e intentar hacerles ver la importancia de su educación básica para poder desarrollar su creatividad en el futuro y motivarles a estudiar ciencia. Año tras año, no dejo de sorprenderme del interés y la atención que ponen cuando les cuento algunos de los misterios y curiosidades que nos ofrece el Universo. Piensan, participan, reflexionan y comentan asombrados lo que les voy narrando. Tras la charla, muchos se acercan, en su afán de aprender más sobre algún tema, llegando a perder gran parte de su tiempo de recreo. Muchas de sus preguntas son realmente difíciles de contestar y, para parte de ellas, ni siquiera la física tiene aún respuesta. Son mentes frescas, sin barreras y sin ideas preconcebidas que limiten su imaginación.
Sin embargo, no fue su interés por la ciencia lo que más me sorprendió. Al fin y al cabo a la mayoría de la población le interesa la astronomía por lo inhóspito y desconocido que es el Universo. Al acabar mi charla, un grupo de estudiantes ocupó el salón de actos en el que estábamos y, en su hora de recreo, comenzaron a ensayar con el piano, el oboe, la trompeta y el saxofón. Tocaban piezas de Bach, Verdi y demás genios de la música como si fueran villancicos de Navidad, con una facilidad asombrosa. Me quedé boquiabierto. Y no sólo eso, me sorprendió aún más que sus compañeros les escuchaban en silencio y admirando las piezas. Les respetaban. Ya había notado durante las charlas que los que más preguntaban no sólo no eran fruto de burlas de sus compañeros sino que además eran escuchados atentamente por el resto. ¿Será que algo está cambiando? ¿Estaremos ante un cambio de ciclo en el que los más interesados y trabajadores ya no son los pringados de la clase sino que son admirados por sus compañeros que, a su vez trabajan duro para no quedarse atrás? ¿Será esto el principio de una generación en la que la honestidad es más valiosa que la pillería, en la que el tramposo no es aplaudido sino denunciado por sus congéneres?
Hablando con los profesores, me comentaban lo activos que son los estudiantes, participando en talleres, revistas online, grupos de música, ajedrez, etc. Y, todo ello, en horario extra escolar.
Esa misma noche recibí la llamada de una antigua profesora mía del colegio, Julia, proponiéndome que fuese a mi antiguo colegio de primaria (el C.P. de Prácticas Aneja) a hablar sobre el espacio con los niños de 3º, de 8 años. No dudé ni un segundo. La experiencia con ellos fue genial. La profesora de prácticas, Araceli, les había preparado un módulo sobre el el Sistema Solar. Me quedé realmente sorprendido de cuánto sabían. Se me ocurrió preguntarles si sabían cuánto tardaba Mercurio en dar una vuelta alrededor del Sol y me quedé boquiabierto cuando una de las vocecillas de la clase dijo: “¡89 días!”. Estaban muy interesados en el tema y prestaban una atención inusual a lo que les contaba. Durante la clase, una de la niñas me dio un regalo en forma de dibujo que quiero compartir aquí (ver imagen).
Fue una experiencia inolvidable. Ver a los niños de 8 años en el colegio y a los de 15-18 años en el instituto con esa motivación y esas ganas de aprender, de curiosear, de descubrir… me hizo pensar en la gente que está detrás, trabajando para que eso sea así, para que no pierdan esa ilusión por el saber. Esa ilusión que, señoras y señores, es la que debe mover el mundo. Y no la codicia, la avaricia, el yo más o el egocentrismo social que vivimos.
Todos esos niños y adolescentes que pueblan nuestras aulas merecen todo el apoyo que necesiten. Hoy, sin embargo, no quiero denunciar la problemática del sistema público de educación de este país, ni la falta de acuerdo en cuanto a las materias y contenidos de las asignaturas que se imparten a estos jóvenes. Pera esa, como decía Pura (mi profesora de Literatura) recordando una cita de La historia interminable, es otra historia y debe ser contada en otra ocasión. Simplemente quiero reconocer el esfuerzo a todos los profesionales de la educación que cada día trabajan, con recursos verdaderamente limitados en muchas ocasiones, para que estos chicos y chicas salgan adelante y no se conviertan en ineptos y borregos sin pensamiento propio. Felicidades y gracias por vuestro trabajo.
jlillo
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