Tras varios años de estudio e investigación y tras la obtención del doctorado en Julio con la dirección de David Barrado, tocó cambiar de aires. Y los nuevos aires vienen del hemisferio sur, en particular, de Chile. Este mes he empezado a trabajar para el Observatorio Europeo Austral (ESO, por sus siglas en inglés), una institución europea que hace tiempo atrás decidió situar sus telescopios en uno de los desiertos más áridos de la Tierra: el desierto de Atacama. Entre sus diversas instalaciones y sedes, hoy quiero hablar del Observatorio de Paranal y de mi primera experiencia como astrónomo de soporte allí.
El viaje a Antofagasta (aeropuerto más cercano al observatorio) desde Santiago de Chile dura alrededor de dos horas. En mi primer vuelo, la emoción me hace estar mirando por la ventana cada 5 minutos. A la derecha, la cordillera de los Andes. A la izquierda, el Pacífico. Aquí en el hemisferio sur, el Sol va de Este a Oeste pero por el Norte (es decir, si buscas un piso luminoso que le de el Sol todo el día, tienes que buscarlo con la fachada encarada al Norte). Al aterrizar en Antofagasta ya se ve claramente el contraste de paisaje. Ni un árbol que crezca de forma natural, y una inmensa planicie de tierra con infinidad de tonos marrones. Un autobús nos recoge en el aeropuerto para llevarnos al observatorio. Como es martes, hay cambio de turno de los trabajadores locales así que el autobús va hasta la bandera. El trayecto dura unas dos horas a través de un valle entre dos hileras de colinas. La descripción del paisaje es “la nada”. Una bellísima “nada”. Al cabo de las dos horas, mirando a la izquierda, a lo lejos, una alta colina aplanada en su zona más elevada me indica que estamos llegando. Es la plataforma donde se está construyendo el telescopio más grande del mundo, el E-ELT, del que ya hablaré en otro momento. Poco después, el autobús gira a la derecha y asciende una de las colinas. Y tras cinco minutos lo veo. A lo lejos, en otra colina aplanada, cuatro imponentes edificaciones con forma cuadrada se erigen en guardianes del Cerro Paranal. Son los cuatro telescopios del VLT (Very Large Telescope), cada uno con un espejo monolítico (es decir, de una sola pieza) de ocho metros de diámetro, todo un desafío tecnológico. Junto a ellos, la caballería, los cuatro pequeños pero potentes componentes del VLTI (los ATs), cuatro telescopios de 1,8 m de diámetro que actúan conjuntamente para obtener imágenes de muy alta resolución.
Bajamos del autobús y nos dirigimos a la residencia. A priori, solo se ve una cúpula que sobresale del suelo y una larga rampa que baja a encontrarse con ella. La sensación al abrir por primera vez la puerta de la residencia es indescriptible. Un oasis de palmeras y vegetación te saludan al entrar y una más que agradable brisa de humedad te da la bienvenida. El contraste con el exterior es increíble.
La sala de control de telescopios es una enorme estancia dividida en los diferentes telescopios: UT1, UT2, UT3, UT4, VLTI, VISTA y VST. Los cuatro primeros son los cuatro componentes del VLT, los que tienen ocho metros de diámetro. Además de sus nombre oficiales, cada uno corresponde a un objeto celeste en lengua mapuche: UT1 es Antu (Sol), UT2 es Kueyen (Luna), UT3 es Melipal (Cruz del Sur) y UT4 es Yepún (Venus). Ver moverse a estos gigantes sin prácticamente ningún esfuerzo y con una rapidez y suavidad impresionantes es algo digno de experimentar. Alrededor de las siete de la tarde, todo el que puede se dirige a la plataforma de los telescopios para contemplar el atardecer y en busca del rayo verde que pocas veces aparece. Cuando el Sol se oculta, la vida nocturna del observatorio comienza. Los ingenieros, que durante el día realizaron las labores de mantenimiento y reparación de telescopios e instrumentos, dan paso a los astrónomos y operadores, que se colocan en sus puestos para iniciar la noche de observación. Al caer la noche, una impresionante Vía Láctea (que es nuestra propia Galaxia) destaca sobre cualquier otro objeto en el cielo. Nunca la vi tan clara y tan brillante. Además de ella, las dos galaxias mas cercanas a la nuestra son visibles desde este hemisferio: las nubes de Magallanes. Al verlas por primera vez me quedo perplejo ante la posibilidad de ver otras galaxias a simple vista. Estos dos objetos están a 150,000 años-luz (la grande) y 200,000 años-luz (la pequeña) de distancia. Además, desde este lado del mundo, también se puede ver alfa-Centauri, la estrella más cercana a nuestro Sistema Solar. En definitiva, un cielo espectacular que te deja sin palabras.
La combinación de las condiciones climáticas y la localización del lugar (a más de 2800 m de altura y a tan solo 12 km del Pacífico) sumados a la tecnología puntera empleada en los telescopios e instrumentos, y unido todo ello a una organización y mantenimiento impecables de los mismos por los ingenieros y científicos que allí trabajan (más de 70 personas a la vez), hacen de este observatorio uno de los mejores (si no el mejor) del mundo. En este enlace podéis ver un top 10 de los descubrimientos más impresionantes realizados desde el Observatorio de Paranal.
jlillo
Enlaces de interés (¡pero de mucho interés!):
- Página oficial del Observatorio Europeo Austral (ESO), en español.
- Otras experiencias por otros investigadores en Cuaderno de Bitácora Estelar: D. Barrado, D. Barrado (2), D. Barrado y A. Bayo
- Mi experiencia en otro observatorio: Un día en el Observatorio de Calar Alto
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