Astro-Inventos: “¡Astronomía deportiva!”

Las aplicaciones de la Astronomía y la Astronáutica en la vida diaria no dejan de sorprendernos. Pasados ya los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de Río, es un buen momento para recordar cómo la tecnología espacial y aeronáutica han ayudado a nuestros deportistas a ser más rápidos o a prevenir problemas físicos. En particular, hoy nos vamos a centrar en la ropa deportiva.

Cuando se trata de batir récords mundiales, cualquier milésima cuenta. Por ejemplo, en estos pasados Juego Olímpicos, tan solo 4 centésimas de segundo le dieron el oro a Michael Phelpls en la prueba de 200 metros mariposa masculino. Cuando se llega a ese nivel de exigencia, el número de factores que influyen en el tiempo final que obtenga el deportista se incrementa de forma notable; y cualquier mínimo detalle puede quitarte la medalla de oro. El entrenamiento físico y, en muchas ocasiones el entrenamiento psicológico, son la parte esencial que lleva a un deportista a cosechar éxitos y la que hace que una persona pueda, por ejemplo, correr los 100 metros en 9,58 segundos (a una velocidad media de 37,6 km/h, récord mundial de Usain Bolt en 2009). Sin embargo, cuando se trata de alcanzar la gloria con marcas tan espectaculares, además del entrenamiento, otro factor relevante es la vestimenta.

En las últimas décadas, los trajes deportivos han jugado un papel fundamental en la superación de récords mundiales. Un claro ejemplo de esto han sido los bañadores. Y es aquí donde entra la tecnología. Entre otras mejoras como el propio material del que se fabrican los nuevos trajes o la cobertura prácticamente total del cuerpo para evitar la fricción del agua con el bañador, la forma de la superficie de los bañadores es también crítica. Y es aquí donde entra la tecnología espacial.  En el Centro de Investigación Langley de NASA, diseñaron una cubierta exterior para los aviones que reducía enormemente la fricción de la superficie de la aeronave así como las fuerzas de arrastre ejercidas por esta fricción. El sistema consistía en unos pequeñísimos surcos en la superficie que distribuían el flujo de aire de forma mucho más eficiente, reduciendo la fricción en un 5%-8%. De esta forma, la reducción en combustible era más que notable, ahorrando así grandes cantidades de dinero a la compañías aéreas.

Dentícula en la piel de un tiburón vista con microscopio.
Dentícula en la piel de un tiburón vista con microscopio. Fuente: Pascale Deynat.

Esta  idea fue posteriormente aplicada a los nuevos bañadores en un marco de colaboración entre NASA y empresas del sector. En el caso de los trajes de baño deportivos, se realizan surcos microscópicos en la silicona de la que están fabricados. Los resultados de las pruebas fueron impresionantes, con mejoras de entre un 10% y un 15% con respecto a los bañadores anteriores. Posteriormente, estas superficies con pequeños surcos fueron también aplicadas al casco de los barcos de vela de competición. Pero, como siempre, la naturaleza se había adelantado. Y es que la piel de algunos animales como el tiburón tiene una superficie con forma de diente de sierra (de forma similar a lo que se aplica a los bañadores), lo cual les hace ser más rápidos a la hora de cazar. De hecho, estos surcos unidos al movimiento del tiburón generan un empuje que hace aún más rápido a este animal dentro del agua.

Jorge Lillo-Box

Fuentes:

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